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LLUVIA EN LA MONTAÑA
Igual que cuando era un niño,
camino por el monte, bajo la
lluvia,
pisando calderones de agua recién caída;
acosado por el abrazo del agua,
con la ilusión de recibir sus caricias,
de sentir como resbala por mis
mejillas
y como mi cuerpo tiembla y se emociona.
Esta sensación, de fundirse en
el gozo
del cielo y la tierra, me
condiciona;
pues me hace saber que estoy
vivo,
porque el agua es el motor de
la vida
y madre de la naturaleza que me
rodea.
Con la lluvia, mi piel sale del
letargo
que la mantiene triste y
oculta,
bajo una nube de textiles y
prendas
que impiden que luzca su sonrosada alegría.
Esa fragancia a tomillo que la
tierra exhala,
y esas chorreras que discurren
por la ladera,
son los responsables por los
que mi alma alucina
y que la naturaleza se sienta vigorosa
y atractiva.
Elda 22 Octubre 2019
Jesús Gandía Núñez
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