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A LA VEJEZ
Con tantas veces
como oímos hablar de ella,
y cuánto tiempo la
vimos en la lejanía,
como si fuera una
estación futurista
perdida o situada
más allá de las estrellas.
Tiempo tuvimos,
más que suficiente,
para prepararnos
para ella;
pero el hombre se
resiste a asumir
que es tan
tangible como una libreta,
donde cada día,
escribas o no escribas,
pasará la hoja y
cambiará la fecha.
Solo la
imaginación pretende ser la musa
que mueva todos
los sentidos,
pero éstos ya no
la obedecen,
andan dispersos,
divagando lo felices que eran
cuando respondían
a la primera;
ahora existe algún
maléfico demonio
que los atenaza,
aunque se resistan,
al más insignificante
y simple ejercicio.
Llegó la vejez y
con ella los suspiros,
esfuerzos por
volver a la antigua destreza;
las cosas
sencillas que hacíamos con tanta soltura,
ahora solo nos
acarrean momentos de angustia
y nos acecha el
verdugo
como a víctima
propiciatoria.
La vejez es sólo
un estado químico,
como la
descomposición de la materia,
así que dejemos
que se alimente la tierra
de la experiencia
y del exquisito sustrato
de una metamórfosis
que comienza por las arrugas.
Elda 18 Enero 2021
Jesús Gandía Núñez
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