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EL HOMBRE SIN IMAGEN (Relato)
Era un ser invisible, se movía
por pura inercia, sin dirección ninguna, tan solo creía en su destino, que no
era otro que localizar su imagen, aquella que antaño tenía y la perdió una
fatal noche al mirarse al espejo, tras agredir al hombre que desde algún tiempo
le seguía.
Todo empezó un día de verano,
con la llegada de la nueva compañera de trabajo, que suplía al suyo habitual,
ausente por vacaciones. Ella se llamaba Celia y era extrovertida y
manipuladora. Durante aquel largo y caluroso mes de Agosto, que compartieron en
el coche patrulla, lo fue volviendo loco con continuas insinuaciones y
situaciones comprometidas. A pesar de que ella también estaba casada, pero le
decía que no era feliz y necesitaba un hombre como él, decidido y de firmes
convicciones. Él al principio, resistió sus insinuaciones, pero pronto cayó en
sus redes y se complicó la existencia.
Desde entonces, y a pesar de que
al regreso de su compañero la destinaron a otra patrulla, siempre lo tuvo
dominado y le hizo cambiar su tranquila vida familiar por un sin vivir lleno de
vertiginosas mentiras.
A todo esto su esposa ya andaba
sospechando sus infidelidades y terminó por contratar a un detective. Éste se convirtió
en su sombra, cosa que lo llenó de pánico, al pensar en el vuelco que podría
dar su vida si todo llegaba a oídos de su esposa.
Así que aquella noche tras salir
de la pensión, donde se solía encontrar con Celia, vio al detective que lo seguía, lo esperó en una
oscura esquina y lo apuñaló a sangre fría. Aquel hombre no tenía derecho a
romper su largo y serio matrimonio con unos datos y fotografías que quizás ya
había conseguido.
Fue entonces cuando entró en el
aseo del bar más próximo y al mirarse en el espejo, vio a un horrible hombre de
ojos ensangrentados por la venganza y el odio; al momento entró un viejo con
barba y sombrero y sin haber intercambiado ninguna palabra le dijo – “A partir
de hoy vagarás por el mundo sin familia, sin historia y sin imagen, pagarás el
asesinato que has cometido y nunca más conseguirás ni el amor ni el cariño de
nadie".
Aquel hombre o “ente"
desapareció al instante, dejándolo mudo e impresionado. Al no poder reconocerse
en el espejo se golpeó con las manos la cara, la cabeza, su figura, pero todo
resultó inútil, estaba vacío, sin cuerpo y se preguntó – “¿Estaré también sin
alma?”
Nunca más volvió a ver a aquel
viejo, pero su imagen no la olvidaría jamás: eran ojos, que atravesaban las
paredes, pómulos salientes y barbilla en triángulo, boca amoratada como de
sanguijuela y nariz aguileña. Sabía muy bien quién le había robado su imagen;
pero su vida se había convertido en una búsqueda rutinaria y monótona en busca
de su figura.
Solo su mente, en la soledad de
la noche, sobre todo los primeros meses, se la devolvía por momentos, pero tal
y como pasaban los días también su mente iba perdiendo la noción de su figura.
Obsesionado con su búsqueda y
muy arrepentido de su comportamiento con su esposa y del asesinato que había
cometido, llegó a prometer al “Supremo mensajero de lo divino” que si le
devolvía su imagen y su cuerpo, se entregaría a la policía y pagaría la condena
que fuera necesaria, antes que seguir vagando como un fantasma por la vida.
Y aquella mañana, justo ante un
espejo, volvió a presentarse ante él el viejo de nariz aguileña diciéndole
-“Recuerda que te estaré vigilando de por vida, soy tu conciencia, mírate en el
espejo, recupera tu imagen y cumple tu promesa".
Acabó su torturante búsqueda y
se convirtió en un cuerpo en pena, que dejaba las calles, para vagar
constantemente por las cárceles, donde su imagen quedó presa, pero a salvo entre
rejas,
Elda 20 Enero 2021
Jesús Gandía
Núñez
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