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LAS FANTASÍAS DE JORGE (Cuento
infantil)
Jorge era un niño algo
excéntrico. Con sus 11 años gustaba de leer cuentos y libros. En su casa la
lectura era algo muy habitual, tanto en sus padres como en sus abuelos y claro
el niño heredó esa bella costumbre, con el agravante de que vivía intensamente
todo lo que se contaba en los libros y creía en todas sus fantasías.
A pesar de que sus padres
intentaban que el niño separara la realidad de lo escrito, no lo conseguían y
él solo se montaba unos tremendos cirios con los relatos que leía.
Sus padres llegaron al punto de
prohibirle la lectura, que no fuera de libros de texto, pero Jorge seguía
leyendo a escondidas.
Estaba acabando de leer la
historia de un pueblo de gnomos que vivía en las entrañas de una montaña, de
donde sacaban oro, diamantes y piedras preciosas. Jorge inducido por aquella
extravagante aventura, salió un domingo de su casa, con la excusa de que había
quedado con amigo. Pero siguió el camino de la montaña, él recordaba que
caminando un día con su abuelo había visto un agujero en una roca y aquello
podía ser la entrada a la mina de los gnomos.
Subió hasta el lugar que
recordaba y sí, tras unos matorrales medio escondido, estaba el agujero que
recordaba. Al principio tuvo miedo de adentrarse, pero como vino de casa
provisto de una linterna, la encendió y se dispuso a penetrar en aquella
misteriosa cueva; la cavidad era muy pequeña y apenas pudo colarse flexionando
su cuerpo, a gatas fue avanzando unos metros y se golpeó en la cabeza con un
saliente de roca.
Jorge se vio inmerso en una pequeña
ciudad donde miles de gnomos se movían muy activos; unos transportaban material
en unas vagonetas y otros picaban en la dura piedra intentando separar los
metales preciosos de la roca.
Desde la elevada posición donde
se encontraba podía ver toda la ciudad sin que nadie se apercibiera de su
llegada.
Alucinó con la cantidad de
riqueza que tenían almacenada, separando el oro de La Plata y los diamantes que
brillaban como estrellas.
Jorge no podía acceder a la
ciudad, porque el túnel donde estaba tenía una altura, de por lo menos cuarenta
metros, y a menos que tuviera unas alas o una cuerda de largas dimensiones, no
podría descolgarse hasta abajo.
Lo importante de momento era
que no lo descubrieran. Pero antes de tomar ninguna iniciativa se le apagó la
linterna y se quedó asustado y a oscuras en aquel tenebroso túnel donde sería
imposible que nadie pudiera socorrerlo.
De repente Jorge notó su frente
húmeda y la linterna encendida en el suelo, la cogió y al tocarse con la mano
en la frente vio que la llevaba manchada de sangre; se fue recuperando del
golpe que había sufrido y le había producido un largo mareo; temblando
retrocedió afuera del agujero.
Había sido todo una alucinación
más, consecuencia de sus lecturas. Al golpearse había perdido el conocimiento y
sus visiones fueron como un cuento.
Aprendió con aquella lección
que la fantasía podía resultar muy peligrosa y que solo la imaginación puede
resolver lo que imagina, que nada tiene que ver con nuestra vida cotidiana.
Llegó a casa y su madre le
desinfectó la herida y le puso una tirita, pero Jorge desde aquel día ya nunca
más mezcló la realidad y la fantasía.
Elda 13 Enero 2021
Jesús Gandía Núñez
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional
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