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miércoles, 13 de enero de 2021

LAS FANTASÍAS DE JORGE (Cuento infantil)


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LAS FANTASÍAS DE JORGE (Cuento infantil)

Jorge era un niño algo excéntrico. Con sus 11 años gustaba de leer cuentos y libros. En su casa la lectura era algo muy habitual, tanto en sus padres como en sus abuelos y claro el niño heredó esa bella costumbre, con el agravante de que vivía intensamente todo lo que se contaba en los libros y creía en todas sus fantasías.

A pesar de que sus padres intentaban que el niño separara la realidad de lo escrito, no lo conseguían y él solo se montaba unos tremendos cirios con los relatos que leía.

Sus padres llegaron al punto de prohibirle la lectura, que no fuera de libros de texto, pero Jorge seguía leyendo a escondidas.

Estaba acabando de leer la historia de un pueblo de gnomos que vivía en las entrañas de una montaña, de donde sacaban oro, diamantes y piedras preciosas. Jorge inducido por aquella extravagante aventura, salió un domingo de su casa, con la excusa de que había quedado con amigo. Pero siguió el camino de la montaña, él recordaba que caminando un día con su abuelo había visto un agujero en una roca y aquello podía ser la entrada a la mina de los gnomos.

Subió hasta el lugar que recordaba y sí, tras unos matorrales medio escondido, estaba el agujero que recordaba. Al principio tuvo miedo de adentrarse, pero como vino de casa provisto de una linterna, la encendió y se dispuso a penetrar en aquella misteriosa cueva; la cavidad era muy pequeña y apenas pudo colarse flexionando su cuerpo, a gatas fue avanzando unos metros y se golpeó en la cabeza con un saliente de roca.

Jorge se vio inmerso en una pequeña ciudad donde miles de gnomos se movían muy activos; unos transportaban material en unas vagonetas y otros picaban en la dura piedra intentando separar los metales preciosos de la roca.

Desde la elevada posición donde se encontraba podía ver toda la ciudad sin que nadie se apercibiera de su llegada.

Alucinó con la cantidad de riqueza que tenían almacenada, separando el oro de La Plata y los diamantes que brillaban como estrellas.

Jorge no podía acceder a la ciudad, porque el túnel donde estaba tenía una altura, de por lo menos cuarenta metros, y a menos que tuviera unas alas o una cuerda de largas dimensiones, no podría descolgarse hasta abajo.

Lo importante de momento era que no lo descubrieran. Pero antes de tomar ninguna iniciativa se le apagó la linterna y se quedó asustado y a oscuras en aquel tenebroso túnel donde sería imposible que nadie pudiera socorrerlo.

De repente Jorge notó su frente húmeda y la linterna encendida en el suelo, la cogió y al tocarse con la mano en la frente vio que la llevaba manchada de sangre; se fue recuperando del golpe que había sufrido y le había producido un largo mareo; temblando retrocedió afuera del agujero.

Había sido todo una alucinación más, consecuencia de sus lecturas. Al golpearse había perdido el conocimiento y sus visiones fueron como un cuento.

Aprendió con aquella lección que la fantasía podía resultar muy peligrosa y que solo la imaginación puede resolver lo que imagina, que nada tiene que ver con nuestra vida cotidiana.

Llegó a casa y su madre le desinfectó la herida y le puso una tirita, pero Jorge desde aquel día ya nunca más mezcló la realidad y la fantasía.

Elda 13 Enero 2021

Jesús Gandía Núñez

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