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LA RANA LUCI Y EL SAPO PERUCHO
(Cuento infantil)
En una
balsa-estanque, vivían la rana Luci y el sapo Perucho, ambos muy queridos por
los habitantes de aquel pequeño pueblo, casi una aldea, con tan sólo una
treintena de personas, la mayoría pasaban de los setenta años, pero todos muy
amantes de su tierra.
Solamente tres
niños en el pueblo; los hermanos Sergio y Esteban y la pequeña Luzmila. Los
tres con menos de 10 años seguían a diario las andanzas de Luci y Perucho, que
casi eran de la familia.
Los niños se
desplazaban en el autobús de línea, cada día , hasta la escuela que estaba en
el pueblo cercano, pero a su regreso hacían su visita al estanque y
contemplaban absortos los movimientos de los dos anfibios. Y éstos
acostumbrados a sus caras, ni se inmutaban, más bien gozaban con su compañía.
Todo cambió en el
pueblo cuando uno de sus habitantes abrió una casa rural y la publicitó en
Internet. Aparecieron forasteros los fines de semana y se perdió la
tranquilidad del pueblo. Comenzaron a circular vehículos por las calles y los
niños tuvieron que recluirse en las casas para sus juegos, por miedo a los
atropellos.
El primer lunes
que volvieron los peques de la escuela, cuando se acercaron a la balsa, se
dieron cuenta que habían desaparecido Luci y Perucho. No sabían qué había
ocurrido y se pusieron de acuerdo para indagar entre los demás vecinos. Sergio
y Esteban, preguntando disimuladamente, se enteraron que unos jóvenes habían
estado tirando piedras a la balsa y quizás asustaron a los dos anfibios que
probablemente salieron huyendo de aquel paraíso ultrajado por los turistas.
Por su parte
Luzmila supo que su madre estuvo reprendiendo a los jóvenes que tiraron las
piedras al estanque, quienes se marcharon corriendo, pero el mal ya estaba
hecho.
Al fin, los tres
niños se confabularon para buscar por los alrededores, por si era posible
restituir a la rana y al sapo a la charca. Pero todo fue imposible, no pudieron
encontrarlos.
Así pasaron hasta 15 días, que habían sido muy lluviosos, y al no
acudir forasteros al pueblo tanto Luci, como Perucho, volvieron a la charca con
gran alborozo por parte de los tres niños.
Los padres de
Luzmila hablaron con su paisano de la casa rural y llegaron al acuerdo de que
pondría un gran cartel donde se prohibiera tirar piedras al estanque. Y desde
aquel día volvieron a convivir en buena armonía los niños y los anfibios de aquel
pequeño pueblo donde la tranquilidad y el silencio había sido su bandera.
Elda 10 Enero 2021
Jesús Gandía Núñez
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
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