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jueves, 14 de enero de 2021

AZUCENA, LA DULCE ESCRITORA


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AZUCENA, LA DULCE ESCRITORA (Un tierno relato)

Azucena era una niña que desde los tres años se había quedado huérfana. Desde que fallecieron sus padres, en un accidente, se hicieron cargo de ella sus abuelos paternos. Con ellos convivía muy feliz ayudándoles en todo lo que podía.

La niña acababa de cumplir diez años, y desde hacía algún tiempo, se daba cuenta de la cantidad de cosas que hacían sus compañeras de clase con sus padres y que ella no podía hacer con sus abuelos, por lo mayores que eran, por ejemplo ir a la playa en verano, salir a la montaña los domingos, ir en bicicleta con ellos etc. Pero Azucena lo compensaba todo con la sabiduría que le transmitían, casi a diario, y jamás se quejó de nada.

De su abuela recibió toda la fuerza del medio rural y sus actividades domésticas; inundándola del saber pueblerino que tanto valor abarca. La hizo conocedora de las tradiciones y fiestas de sus ancestros y de las más variadas recetas culinarias. Aprendió a coser y a hacer punto, a darle valor a cosas que a veces no le damos importancia, como por ejemplo: a lo que cuesta hacer un Jersey de lana, desde que a la oveja la esquilan, hasta que con las agujas o las modernas máquinas, se tejen las prendas más variadas, para guarecerse del frío.

La niña nunca alardeó de sus conocimientos, siempre fue una gran compañera de juegos con sus amigas y era ella siempre la que mediaba en todas las asperezas que surgían.

En clase era muy educada y jamás tuvo que reprenderle su maestra. Era muy inteligente, pero si no le preguntaban, nunca adelantaba las respuestas para que nadie se sintiera inferior a ella.

El abuelo siempre le ayudó con sus deberes y en sus ratos de ocio, se sentaba con ella en el porche de la casa y le contaba mil historias pintorescas que le habían ocurrido a lo largo de sus muchos años. Le contó con detalle todas sus andanzas por casi toda España. Y casi tenía una anécdota de cada rincón que había recorrido (El hombre había sido representante de una marca comarcal de aceites y había recorrido infinidad de comercios). A través de sus meritorias historias, se fue la niña empapando de toda la geografía española, de sus gentes y sus costumbres.

Con todos estos conocimientos, Azucena se convirtió en una enciclopedia a la que acudían sus amigas cada vez que tenían alguna duda y ella muy complaciente, y sin ninguna soberbia, daba explicaciones hasta donde conocía.

Todo iba muy bien en casa de Azucena, hasta que cayó muy enferma su abuela y tuvieron que hospitalizarla. No tuvo más remedio que ocuparse ella de parte de las labores que antes hacía la abuela.

La niña se multiplicó en sus quehaceres diarios y en ningún momento protestó por nada, ni siquiera por no salir a jugar con sus amigas. Al contrario, su abuelo le insistía para que saliera, pero ella prefería ayudar en la casa.

Su abuelo, desde que cayó enferma su mujer, perdió la alegría, y tan solo disfrutaba los momentos que se sentaba a contarle historias a Azucena. A los dos meses falleció la abuela y en la casa se instaló un halo de nostalgia que trató de disipar Azucena con su cariño y ternura.

Decididamente la niña estaba dejando de serlo, convirtiéndose en mujer. Aprovechaba los ratos de la escuela para no perder el calor de las amigas y seguir aprendiendo. pero ya no disponía de tiempo libre para compartirlo con ellas. Aún así siguió tratándolas con la misma dulzura de siempre y el abuelo refugió su tristeza y sus lágrimas en los cariñosos abrazos de Azucena.

A pesar de su cariño, el abuelo, ya de edad avanzada, a los pocos años también sucumbió, despidiéndose de Azucena, en su última noche, sabiendo que la muchacha tenía la fuerza suficiente para enfrentarse a todas las circunstancias que le planteara la vida.

Aquella, que fue una dulce niña, con los años se convirtió en una mujer fuerte y decidida y en una gran escritora, cuyos textos y relatos rebosaban ternura y sentimientos humanos. Cosa muy difícil de encontrar en aquellos tiempos, en que la sociedad solo se impresionaba por tragedias y habituales maltratos.

Por fin Azucena fue recompensada con un importante premio y conocida mundialmente como “La más dulce escritora transmisora de sueños". Y desde algún sitio, sus abuelos y sus padres se sentían orgullosos de ella, que toda la vida se había subido a la estrella de la dulzura.

Elda 14 Enero 2021

Jesús Gandía Núñez

 

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