1433
AZUCENA, LA DULCE ESCRITORA (Un
tierno relato)
Azucena era una niña que desde
los tres años se había quedado huérfana. Desde que fallecieron sus padres, en
un accidente, se hicieron cargo de ella sus abuelos paternos. Con ellos
convivía muy feliz ayudándoles en todo lo que podía.
La niña acababa de cumplir diez
años, y desde hacía algún tiempo, se daba cuenta de la cantidad de cosas que
hacían sus compañeras de clase con sus padres y que ella no podía hacer con sus
abuelos, por lo mayores que eran, por ejemplo ir a la playa en verano, salir a
la montaña los domingos, ir en bicicleta con ellos etc. Pero Azucena lo
compensaba todo con la sabiduría que le transmitían, casi a diario, y jamás se
quejó de nada.
De su abuela recibió toda la fuerza
del medio rural y sus actividades domésticas; inundándola del saber pueblerino
que tanto valor abarca. La hizo conocedora de las tradiciones y fiestas de sus
ancestros y de las más variadas recetas culinarias. Aprendió a coser y a hacer
punto, a darle valor a cosas que a veces no le damos importancia, como por
ejemplo: a lo que cuesta hacer un Jersey de lana, desde que a la oveja la
esquilan, hasta que con las agujas o las modernas máquinas, se tejen las
prendas más variadas, para guarecerse del frío.
La niña nunca alardeó de sus
conocimientos, siempre fue una gran compañera de juegos con sus amigas y era
ella siempre la que mediaba en todas las asperezas que surgían.
En clase era muy educada y jamás tuvo
que reprenderle su maestra. Era muy inteligente, pero si no le preguntaban, nunca
adelantaba las respuestas para que nadie se sintiera inferior a ella.
El abuelo siempre le ayudó con
sus deberes y en sus ratos de ocio, se sentaba con ella en el porche de la casa
y le contaba mil historias pintorescas que le habían ocurrido a lo largo de sus
muchos años. Le contó con detalle todas sus andanzas por casi toda España. Y
casi tenía una anécdota de cada rincón que había recorrido (El hombre había
sido representante de una marca comarcal de aceites y había recorrido infinidad
de comercios). A través de sus meritorias historias, se fue la niña empapando
de toda la geografía española, de sus gentes y sus costumbres.
Con todos estos conocimientos,
Azucena se convirtió en una enciclopedia a la que acudían sus amigas cada vez
que tenían alguna duda y ella muy complaciente, y sin ninguna soberbia, daba
explicaciones hasta donde conocía.
Todo iba muy bien en casa de
Azucena, hasta que cayó muy enferma su abuela y tuvieron que hospitalizarla. No
tuvo más remedio que ocuparse ella de parte de las labores que antes hacía la
abuela.
La niña se multiplicó en sus
quehaceres diarios y en ningún momento protestó por nada, ni siquiera por no
salir a jugar con sus amigas. Al contrario, su abuelo le insistía para que
saliera, pero ella prefería ayudar en la casa.
Su abuelo, desde que cayó enferma
su mujer, perdió la alegría, y tan solo disfrutaba los momentos que se sentaba
a contarle historias a Azucena. A los dos meses falleció la abuela y en la casa
se instaló un halo de nostalgia que trató de disipar Azucena con su cariño y
ternura.
Decididamente la niña estaba
dejando de serlo, convirtiéndose en mujer. Aprovechaba los ratos de la escuela
para no perder el calor de las amigas y seguir aprendiendo. pero ya no disponía
de tiempo libre para compartirlo con ellas. Aún así siguió tratándolas con la
misma dulzura de siempre y el abuelo refugió su tristeza y sus lágrimas en los
cariñosos abrazos de Azucena.
A pesar de su cariño, el abuelo,
ya de edad avanzada, a los pocos años también sucumbió, despidiéndose de
Azucena, en su última noche, sabiendo que la muchacha tenía la fuerza
suficiente para enfrentarse a todas las circunstancias que le planteara la
vida.
Aquella, que fue una dulce niña,
con los años se convirtió en una mujer fuerte y decidida y en una gran
escritora, cuyos textos y relatos rebosaban ternura y sentimientos humanos.
Cosa muy difícil de encontrar en aquellos tiempos, en que la sociedad solo se
impresionaba por tragedias y habituales maltratos.
Por fin Azucena fue recompensada
con un importante premio y conocida mundialmente como “La más dulce escritora
transmisora de sueños". Y desde algún sitio, sus abuelos y sus padres se
sentían orgullosos de ella, que toda la vida se había subido a la estrella
de la dulzura.
Elda 14 Enero 2021
Jesús Gandía Núñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario