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sábado, 16 de enero de 2021

LA MAYOR AVENTURA DE SU VIDA

 

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LA MAYOR AVENTURA DE SU VIDA

Julio y Matías eran dos jóvenes amigos muy aventureros. Pero a pesar de vivir en Madrid, ellos no eran urbanitas, les gustaba más hacer salidas a Gredos o a la Sierra de Guadarrama. Los dos trabajaban en la misma empresa y allí se había forjado su amistad, sobre todo porque tenían gustos parecidos y hasta coincidían en las aficiones, a los dos les encantaba la escalada de montaña y la practicaban siempre que podían.

En su última salida habían coincidido con otro grupo de escaladores y compartieron la cordada. Cuando terminaron la actividad y en medio de un suculento almuerzo, alguien nombró la idea de ahorrar dinero para en vacaciones a hacer su primera expedición fuera de España, nada menos que a Chamonix. Todos se quedaron perplejos y Julio dijo - ¿por qué no?, todos tenemos una buena preparación para enfrentarnos a situaciones de altura y nevadas, solo deberíamos proveernos del material necesario y practicar este invierno algo en hielo. Matias rápidamente lo apoyó diciendo – Contad conmigo también, no hay nada que me haga más ilusión que conocer los Alpes. De los ocho que estaban en la conversación, tan solo uno dijo que a él le era imposible, porque todos los años en vacaciones se iba con sus padres al pueblo de sus abuelos, en la costa malagueña. El resto todos estuvieron entusiasmados con la propuesta.

Aquel invierno comenzaron a salir juntos todo el grupo, incluso Pedro, que era el que no podría acompañarlos a los Alpes. Escalaron cotas de mucha dificultad en hielo, el Almanzor, los Hermanitos, y algunas crestas de Gredos. También hicieron largas travesías por Siete Picos y por la laguna y Pico Peñalara sin ningún incidente relevante que reseñar. En la Semana Santa, hicieron una escapada a Sierra Nevada y en tres jornadas hicieron la integral de todos los tres miles. Estaban eufóricos y se veían preparados para dar el salto a Alpes y sus fantásticas montañas.

Llegó el día de la salida, donde verían cumplidos sus grandes sueños, pero habían perdido a otro compañero del grupo, por una neumonía inesperada. Le hicieron una visita en grupo al hospital y Ricardo, que así se llamaba el enfermo, les deseó buen viaje y que lograran todas las cumbres que habían estado planeando.

Salieron además de los dos íntimos amigos, Justo, David, Pedro, Pepe y “el bala" que en realidad se llamaba Ernesto. Todos cargados de blancos y ambiciosos sueños. Su proyecto era partiendo desde el famoso pueblo de Zermatt, comenzarían a subir a un cuatromil fácil, el Breithorn, que con un telecabina al pequeño Cervino, resultaría fácil conquistarlo. Una vez estuvieran ya aclimatados a altura, intentarían el Cervino. Y a continuación Monte Rosa por la Punta Douford. Esa sería la primera etapa, quizás la más dura. Luego se trasladarían a Chamonix para culminar el Montblanc y alguna escalada en los Grandes Jorases y el Gegant.

Si contaban con la benevolencia del tiempo, que en Alpes cambiaba en muy pocas horas, todavía les quedarían tres días más que podrían utilizar para visitar la zona del Grand Paradis o si el mal tiempo no se los permitía, conocer alguna de las bellas ciudades Suizas, Ginebra, Berna, o Lucerna.

Todo ese plan sobre el papel estaba perfecto, ahora había que hacerlo realidad y eso era una cuestión muy diferente.

Aterrizaron en Ginebra y como Suiza está muy bien vertebrada por líneas de ferrocarril, pronto se hicieron con billetes para el viaje hasta Zermatt, en ése mismo día.

Zermatt, los dejó encandilados, era un pueblo de montaña, con un turismo masificado, pero sin vehículos a motor, solo algún pequeño transporte eléctrico y bicicletas, las casas con mucha madera y unos balcones que todos rebosaban de flores.

Se instalaron en la residencia-refugio que habían reservado y a la mañana siguiente, salieron bastantes nubes, con el tren- funicular, se dirigieron al telecabina que los dejaría en el Klein Matterhorn, o pequeño Cervino. Desde allí, y sin gran dificultad fueron ascendiendo hasta la cumbre del Breithorn, y pronto se dieron cuenta que el esfuerzo a aquella altura era superior al de las montañas menores de tres mil metros. Todos pudieron hacer cumbre, aunque David y Pepe, si que se vieron muy afectados por la falta de oxígeno a aquella altura y tuvieron un fuerte dolor de cabeza.

A la mañana siguiente, todo el grupo salió con intención de llegar hasta el pie del Cervino y hacer noche en su refugio.

Julio y Matías se sentían muy felices por hallarse a punto de concluir aquella conquista con la que tantas veces habían soñado durante ese año de preparación. David y Pepe no habían pasado muy buena noche, porque el dolor de cabeza apenas les permitió cerrar los ojos. “el bala", Justo y Pedro estaban muy animados y hacían bromas a sus dos compañeros más tocados. Y, cargados de todas esas ilusiones y prejuicios, llegaron al refugio y se instalaron donde buenamente pudieron, pues estaba a rebosar de montañeros.

Les amaneció una magnífica mañana, a pesar de que la cima se mantenía coronada, por una nube que no se separaba de ella. Junto a varios grupos iniciaron la subida, con las mochilas quizás más cargadas de la cuenta, de material y algo de comida y bebida. Ya tenían a la vista la famosa arista Hőrni, que desde lejos les había parecido imposible, pero de cerca aún era más respetable. Siguieron ascendiendo y pronto por el oeste apareció una muralla de nubes que el viento se las fue acercando irremisiblemente. El parte de la meteo, había pronosticado nubes y sol, y hasta la noche no se esperaba lluvia. Así que siguieron un poco más adelante pero pronto vieron como de los grupos delanteros algunos se volvían para abajo, y esto, más el continuo dolor de cabeza  les hizo a David y a Pepe, desistir de seguir con la trepada y se unieron a uno de los grupos que se bajaban.

Esta deserción llenó de dudas a los demás, si continuaban o regresaban, pero la ilusión pudo más que el miedo y persistieron en su intento. Con no poco esfuerzo llegaron a la pequeña cabaña Hõrni, donde se alimentaron y descansaron algo. Allí volvieron las indecisiones y Justo y Pedro, muy cansados y afectados por el mal tiempo que se cernía sobre el Cervino, optaron por quedarse en la cabaña y esperar allí a que bajaran “el bala" Julio y Matías que seguían convencidos de que aún podían hacer cima.

Los tres reanudaron la marcha tras los pocos escaladores que continuaban con la ascensión, pero pasada media hora, comenzó una leve nevada y pronto se cubrió de blanco toda la ruta. Se hizo más inestable la pisada y los agarres de hierro se pusieron resbaladizos. Hubo alguna que otra caída sin más consecuencias, pero los guías que llevaban a otros grupos, se plantearon regresar a la cabaña, y esta decisión sí que puso en guardia a Julio y Matías que tuvieron una fuerte discusión con “el bala" que no atendía a ninguna de las razones que le daban, y es que ya estaban a media hora de la cima, aunque la nevada ya era muy intensa.

Por fin viendo que no convencían a su compañero, Julio y Matías, se unieron al grupo de uno de los guías que descendían y dejaron solo al “bala" que siguió empeñado en llegar a la cima. Los dos íntimos amigos se unieron en la cabaña a sus otros dos compañeros y allí permanecieron esperando el regreso de “el bala". Pasaron por allí algunos de los que iban delante de él y que ya habían regresado, les preguntaron por su compañero, pero ninguno supo darles ningún datos que los dejaran tranquilos. Solamente les hablaron de la gran tormenta que había sobre la cumbre, cuando ellos ya regresaban por la arista.

Iba anocheciendo sin que su compañero diera señales de vida, ellos sabían que una noche tan mala a la intemperie podía resultar fatídica y decidieron dar parte al refugio para que avisaran al grupo de rescate, pero les comunicaron que hasta que no amaneciera les era imposible salir a buscarlo.

Los cuatro compañeros pasaron toda la noche despiertos por si aparecía Ernesto, pero ya nadie les dio noticia de su paradero.

A primera hora de la mañana sobrevoló el Cervino un helicóptero, dando diversas pasadas por sus aristas, hasta que fijó su rumbo en la que habían seguido ellos, el tiempo seguía chungo y el viento hacía peligrar el aparato, así que regresaron a su base. Los de rescate se comunicaron con el grupo madrileño y les ordenaron que fueran descendiendo antes de que empeorara más el tiempo. Que no podrían continuar su búsqueda hasta que dejara de arreciar el viento.

Con lágrimas en los ojos y una tristeza absoluta, pero poniendo todos sus sentidos en el descenso, el grupo poco a poco y tras una gran lucha contra el fuerte viento, consiguió reunirse en el refugio de abajo con el resto de sus preocupadísimos compañeros. Se abrazaron entre lágrimas y muy entristecidos relataron a sus compañeros todo lo sucedido.

Como el parte de la meteo dio buen tiempo para la siguiente jornada decidieron quedarse en el refugio por si a la mañana siguiente, los de rescate, conseguían localizar al “bala".

Fue otra noche larga y eterna, donde sus cabezas no paraban de pensar en su compañero de cordada, ¿Dónde estaría? ¿Qué le habría ocurrido?, ¿Cómo era posible que nadie lo hubiera visto? Una tras otra estas preguntas los torturaba.

Para ellos amaneció un nuevo día, pero para su compañero sus sueños quedaron dormidos en uno de los abismos del Cervino. Antes de las 10 de la mañana les avisó el servicio de rescate de que lo habían hallado sin vida tras una caída de más de 100 metros. Por lo que pudieron observar se había salido de la ruta normal y su desvío lo había conducido a una escalada complicada, que con la tormenta que azotaba, lo había precipitado al abismo. El comunicado fue un jarro de agua fría para todo el grupo, David fue el encargado de comunicárselo a sus padres y apenas salían por su boca las palabras.

Al día siguiente llegaron a Zermatt los apenados padres de Ernesto y les contaron lo sucedido. Algo que tan bien habían planeado y entrenado acabó en cruel tragedia. Aquella ilusión juvenil compartida les dejó muy claro a todos, que la última palabra de la conquista de una cima, solo la tiene la montaña.

Elda 16 Enero 2021

Jesús Gandía Núñez

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