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viernes, 11 de diciembre de 2015

LA NOCHE DE OJITOS CERRADOS


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LA NOCHE DE OJITOS CERRADOS


Después de un buen madrugón y una paliza al Pico Marbore llegamos al refugio de Góriz a dar cuenta de la bien ganada cervecita. Pero al traspasar la puerta vemos camino de una mesa
pasar una bandeja con dos agresivos huevos con jamón de amenazante colorido y no tuvimos más remedio que sucumbir
ante tal tentación, cosa que agradecieron nuestros martirizados estómagos que tan solo habían degustado una asquerosa barrita energética durante toda la mañana.
        La tarde iba transcurriendo tranquila en el comedor del refugio hasta que fuimos abordados por una horda de intrépidos Japoneses, algo así como una docena, que con su peculiar y resonante lenguaje acapararon toda nuestra atención.
      Los Japoneses bien informados de todo en general pero sobre todo de los productos “Typical Hispanis” se lanzaron como obsesos a vaciar en sus desangelados estómagos cuantas botellas de vino les fueron sacando. Llegó un momento que los fluctuantes efluvios, del preciado líquido, acabaron por casi cerrar sus ya de por si entornados ojos. Así que sin soltar las botellas se salieron al exterior del refugio y dieron buena cuenta del resto del vino, acabando la fiesta con un alarde de canciones japonesas.
      ¡Ah! Se me olvidaba comentar que la media de edad de los activos participantes en el botellón era de 75 años.
     Hasta aquí todo entraba dentro de la normalidad de un refugio, pero llegó la hora de la cena, y cumplimos, ya lo creo que cumplimos y los Japoneses también, volvieron a vaciar más botellas de vino, con unas risotadas juveniles, que eran la envidia de todos los comensales.
    Terminada la cena, casi en solitario, los Japoneses se fueron disipando por los alrededores del refugio, cada uno buscando un lugar de apoyo para sus tambaleantes pasos.
    Nosotros tras una amistosa charla con tres Manresanos, a las 8 y media de la tarde decidimos acostarnos, pues la marcha matinal hasta las 5 de la tarde, así nos lo pedía a gritos.
     Poco a poco fueron apareciendo en nuestra habitación la infantería más avezada de los Japoneses. Y unos en más silencio y otros con más dificultad fueron ocupando con ayuda de sus, más que frontales, verdaderos proyectores de cualquier buen teatro que se precie, sus respectivas literas. Todos menos uno que se derrumbó al pie de nuestras literas y durante dos horas estuvo cabeceando con el proyector encendido ante la impasividad de todos sus compañeros.
   Alrededor de las 10 y media, con mucho esfuerzo, se fue incorporando agarrándose a los travesaños de las literas y buscó el número que le habían asignado (nada menos que en el tercer piso). Estas literas disponen de un travesaño vertical con unos tacos de apoyo a derecha e izquierda a modo de escalón para poder trepar. Después de estudiar con el proyector el sistema para poder elevarse hasta su habitáculo, el Japonés terminó por apoyar su pie derecho en el apoyo del izquierdo y tras titubear largo rato sin atinar a colocar el otro pie, optó por descender a tierra firme y acabó derrumbándose otra vez.
    Pasó otra media hora con sus potentes focos encendidos y yo indeciso para llamarle la atención, pero qué le podía decir en su estado ¡y en qué idioma! así que seguí aguantando mecha hasta que se volvió a atrever a seguir estudiando el sistema del maldito mástil de subida. Y esta vez acertó con las instrucciones y colocó bien el primer pie y pudo ir subiendo con gran esfuerzo y resoplidos hasta el tercer escalón donde se quedó bloqueado, enfocando temerariamente a todos los montañeros que descansaban en las terceras literas.
      Ante este inesperado ataque por sorpresa el muchacho más próximo al Japonés lo agarró con fuerza de un brazo pero fueron vanos sus esfuerzos pues no conseguía subirlo. Yo observándolo todo y ya muy preocupado porque veía que de un momento a otro el Japonés perdería el equilibrio y el muchacho no lo podría sujetar y sus compatriotas roncaban a pierna suelta o hacían caso omiso a la tragedia que se avecinaba; no tuve más remedio que saltar de mi litera y con energía y las dos manos en sus posaderas darle un fuerte empujón hasta depositarlo en su litera ayudado por el supremo esfuerzo que hizo el muchacho desde arriba.
    Por fin terminó el último acto de una comedia que pudo terminar en tragedia con unos grandes y elocuentes bufidos del japonés al sentirse a salvo en la colchoneta.
    Hubo otra movida a las 2 de la madrugada cuando “ojitos cerrados” tuvo necesidad de volver a bajar para desaguar. El problema volvió a surgir para volver a trepar y si no es por el gran esfuerzo que hizo el muchacho de la litera contigua, creo que “ojitos cerrados” aun permanecería agarrado al mástil al amanecer.
    Con todo y eso por la mañana el Japonés y sus compañeros se quedaron preparando el equipo para subir al Perdido, aunque allí arriba no iba a encontrar ni el fuerte brazo del muchacho ni mis inocentes manos en sus posaderas para conseguir la cumbre, así que nos podemos imaginar el fracaso final.
     Nosotros iniciamos el descenso para la Senda de Cazadores dejando atrás el murmullo de los montañeros que se disponían a asaltar el Perdido incluido el triunfador de la noche “Ojitos cerrados”.

Refugio de Monte Perdido 23 de Agosto de 2013
Jesús Gandía Núñez

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