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sábado, 12 de diciembre de 2015

Viajes en su retina


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VIAJES EN SU RETINA



Era su primer viaje, con solo 13 años
partía de su pueblo alpujarreño
acompañada de su padre.

Eran tiempos de emigrantes
y ya se habían ido sus hermanos
unos años antes.

Habían apalabrado el viaje,
como se hacía por aquellos parajes;
con un personaje que se dedicaba
a menesteres tales.

Acordaron de palabra
lo que por llevarlos a Barcelona
les cobraba.

Viajaron toda la tarde,
 la noche y la mañana
y llegaron a Castelldefels
cuando la tarde se apagaba.

Ella veía el mar por vez primera,
y emocionada lo miraba encandilada…
 detuvo el coche el conductor, junto a la playa,
y les dijo que se bajaran que de allí no pasaba.

Por lo visto, se excusaba,
diciendo que a Barcelona no entraba
porque al ser ilegal lo multaban.

Discutían padre y personaje,
siendo testigo el mar,
de cómo la niña lloraba.

Su padre hombre astuto
de la Alpujarra
curado de espanto en mil batallas,
entre ellas, venir andando tras la guerra
desde Teruel hasta Cástaras,
                                       sentenciaba:

“no le puedo pagar
si no nos lleva hasta la casa,
pues es mi hijo el de la pasta,
yo no tengo ni cinco
así que usted tiene la palabra”.
Y mientras el conductor se lo pensaba
 la niña lloraba…
y entre lágrimas
suplicaba a su padre:
“padre páguele y que se vaya”

Y su padre con toda su cachaza le decía:
“no llores, que éste nos lleva a la casa”.
Y ya lo creo que los llevó.

Y cuando llegaron al destino
sacó su padre la billetera y le pagó,
diciéndole: “y ahora vaya usted con Dios
y nunca más se cruce en mi camino”.

Pasaron los meses y el padre,
activo hombre de huerta y campo,
se sintió en Barcelona desplazado.

Convenció a la niña
y regresaron a la bondad del olivo
 y al calor de la viña.

Pasó un poco tiempo
y volvió la niña a la carga:
padre, que en el colegio
ya muy poco aprendo.


Si regresamos a Barcelona
puedo ser de provecho
trabajando de día
y por la noche aprendiendo.

               Claudicó el padre y, para evitar que se repitiera                   el problema del anterior viaje,
se juntó con otro paisano y su familia
Y contrataron una furgoneta.


Viaje largo de nuevo
haciéndoseles eterno.
tarde, noche y día entero
tardaron en llegar a las afueras.

Y otra vez la misma cantinela:
"bájense todos que entrar a la ciudad no me dejan”.
el paisano y su familia se bajaron
y con todo el baluarte que llevaban
en Hospitalet tirados se quedaron.

Nuevamente discusión con el chófer
la niña teniendo la lección aprendida
sollozaba pero muy callada.

Y el padre al chófer le presentaba la aprendida papeleta
o nos lleva o no le pago pues no llevo una peseta”
y como no tuvo más remedio los llevó hasta la casa
donde sacando su billetera le pagó con las mismas palabras
vaya usted con Dios y nunca más se cruce en mi camino”.

Siguió el padre frustrado
trabajando en Barcelona
añorando Cástaras
sus tierras y su hacienda

Y sacó dos billetes para el tren Sevillano
explicando a la niña
que no le gustaba la Ciudad
y que volver era lo más sensato.

Si largo era el viaje por asfalto
larguísimo se les hizo en el tren
y cuando estaban llegando a Chinchilla
la niña le pidió a su padre algo de beber.

Le dijo su padre: “no te preocupes hija,
que en parar te compro un botijo con agua fresca”
y así lo hizo, bajó en la primera estación
y la niña lo perdió de vista.

Arrancó el tren y la niña lloraba
era de noche y su padre no llegaba,
 un matrimonio la consolaba
no llores niña que no pasa nada”

Pasó un rato interminable y largo
 y ella seguía llorando;
cuando un botijo se abría paso
por el pasillo abarrotado.

Gritó la niña y dio un gran salto
 ¡padre, padre!
fundiéndose en un gran abrazo,
entre alegre y acongojada.

Llegó el tren a Granada
haciendo trasbordo a la Alsina
que sin más problemas ni penas
los llevó hasta su morada.

    Mandó a la niña a estudiar a Granada             
 y a las monjas les pagaba,
con buenos higos y otras viandas.

Terminó sus estudios y la niña se hizo moza
confesando a su padre
que quería retornar a Barcelona,
tenía en su retina clavada
aquella mar azulada.


Eso al padre le hizo sangrar la herida
después de siete años viudo,
la niña era su única compañía.

Intentó convencerla con palabras,
pero la moza estaba decidida,
a forjarse una nueva vida.

Este viaje fue en autobús,
encareciendo el padre
al compañero de asiento
que la cuidara con esmero.

Así lo hizo el viajero
siendo atento en el trayecto
llegando a un acuerdo a su término.

Que mientras ella iba a por un taxi,
él la esperaba  ,
con las dos maletas en la parada.

Se subió al taxi y el taxista le preguntó
¿A dónde vamos?...se quedó en blanco
pues el taxista había dado una vuelta
y ella ya no sabía dónde se encontraba.

Nuevamente nervios y casi sollozos,
el taxista daba vueltas y la tranquilizaba,
pero ella sumamente apurada se desojaba…
hasta que vio aparecer las maletas en la calzada.

Tras sus últimos apuros,
llegó a casa de su hermana,
a emprender con ilusión
la nueva vida que soñaba.

Y estos son los recuerdos amargos
de una niña alpujarreña
que se enamoró del Mediterráneo.

Elda 23 de noviembre de 2015 - Jesús Gandía Núñez

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