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AJUSTE DE CUENTAS
Caía la humedad de la noche
sobre las tejas de pizarra
de la casona de Bernarda.
Se oían ladridos amenazantes
desde alguna casa cercana;
la luna se inhibía de ser
testigo,
escondida tras la espesa
niebla.
Y unas voces dieron paso
a una explosiva refriega
y gritos de socorro y ayuda.
Bernarda se acercó con cautela
tras la cortina de la ventana;
pálida como una vela de cera,
observó como un vecino
era acuchillado por un
miserable.
La noche envolvió la lucha
desplomándose la víctima
y dejando el pánico en Bernarda
que con un suspiro ahogado se
santiguaba.
Siguió un prolongado silencio
tras la huida del asaltante
y Bernarda apenas pudo
pronunciar palabra,
cuando llamó por teléfono a
comisaría.
Todo resultó ser un arreglo de
cuentas,
y pronto cayó el asesino.
Pero Bernarda ya no dormía
tranquila,
viéndose sola en la casona de
las afueras.
Tuvo que poner en venta, por
cuatro perras,
la casona que les vio nacer, a
ella a su madre y a su abuela,
por la locura desmedida de dos cabezas locas.
Elda 28 septiembre 2019
Jesús Gandía Núñez
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