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lunes, 9 de septiembre de 2019

NO ESCUCHAMOS LO IMPORTANTE






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LO IMPORTANTE NO LO ESCUCHAMOS

Pleno verano y las chicharras se desgañitan
como la sirena de una ambulancia.
Con su zumbido y el de los coches que no paran
apenas siento el mar como brama.
Y eso nos ocurre cuando alguien nos habla;
no escuchamos y sólo oímos ruidos que nos taladran,
y apenas damos importancia a las palabras.
Estoy en un parque en medio de la arboleda
y os doy un detalle de lo que suena:
-ruido de un surtidor de riego que no descansa,
la campana del tranvía de turno, cuando pasa,
la caravana de vehículos que no para,
el joven que acelera la moto para darle marcha,
la señora que pelea con sus tres perros que ladran
y ¿cómo no? las chicharras con su matraca-.
Pero estoy tan a “gustito” a la sombra en este banco
que no me levanta ni un avión que aterriza en la plaza,
porque sólo oigo su ruido pero no escucho la voz de la azafata
-“¡Apártense que tenemos una leve emergencia
y hay que hacer una breve parada!”-
Ya no sufrí más ruidos hasta que llegué al campo santo
y quise abrir la tapa de la caja donde me llevaban,
chillé mucho y con garra, pero como todos hablaban,
nadie se enteró de mis quejas y me colocaron la lápida.


San Juan 20 Agosto 2019
Jesús Gandía Núñez

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